El Guerrero Masai



José es un guerrero Masai alto y delgado que hace algún tiempo se encontró con un hombre cuando caminaba por un sendero polvoriento de África. El hombre le habló de la historia de Cristo y del amor de Dios que hizo posible el perdón de los pecados. José se convirtió en creyente y se gozó en la "historia de Jesús".

Después de conocer a Jesús, estaba tan emocionado, que sabía que todos en mi aldea estarían también felices de conocerle. Así que fui puerta por puerta, contándoles a todos los que conocía, acerca de la cruz de Jesús y de la salvación que ofrecía. Para mi sorpresa, a mi gente no solo no le importó, sino que se volvieron hostiles. Los hombres me sostuvieron en el suelo mientras que las mujeres me golpeaban con alambre de púas. Fui arrastrado fuera de la aldea y dejado para morir entre la maleza.

José logró, de alguna manera, arrastrarse hasta un abrevadero y allí, después de dos días de estar entre la inconsciencia y la consciencia, recuperó la fuerza suficiente para levantarse. Estaba atónito ante la recepción hostil de su familia y amigos a quienes él había conocido durante toda su vida. "Decidí que habría omitido algo importante de la historia que les hablé acerca de Jesús. Así que practiqué una y otra vez y luego, caminé como pude de regreso para contarles las buenas nuevas".

Fui de nuevo, choza por choza hablándoles de Jesús, quien había muerto por nosotros para que pudiéramos encontrar el perdón y conocer al Dios vivo y verdadero. Y nuevamente me pusieron en el suelo y fui golpeado y las heridas que me hicieron la primera vez, se abrieron de nueva cuenta. Me arrastraron una vez más, inconsciente, fuera de la aldea y me dejaron allí, dándome por muerto.



Desperté dos días después, herido y amoratado, pero aún vivo. Por tercera vez, regresé a mi aldea para testificar. Pero el pueblo me estaba esperando. Fui sometido e inmovilizado en el piso y como comenzaran a golpearme nuevamente, caí en la inconsciencia. Cuando desperté, estaba en mi propia cama. Los hombres y mujeres que me habían golpeado y flagelado ahora me estaban cuidando. Y es que todos en la aldea, se habían convertido a Cristo.


Tomado de Emanuel, por Michael Card, Thomas Nelson, Inc., pp172-174.
[Transcripción en línea. Traducción: David Franco]



He leído en algún lugar que una persona escucha el mensaje del Evangelio en promedio unas ocho veces antes de entregar su vida a Cristo. No confío mucho en estas estadísticas, ni creo que sean muy exactas, pero lo que sí sé, es que yo escuché el mensaje (no sé cuantas veces) durante algunos años antes de rendirme a Él.

Leyendo la historia de José, el guerrero Masai, y pensando en lo que recién comenté, me surgen algunas preguntas:

Si finalmente hemos entregado nuestra vida a Cristo, ¿cuánto tiempo nos ha tomado decidir contárselo a nuestra familia y amigos? Y si ya lo comenzamos a hacer, ¿nos hemos dado por vencidos a la primera o hemos buscado la forma de seguir dando testimonio con nuestra vida y de viva voz? ¿Nos da miedo el rechazo? ¿Nos da miedo perder la relación con ellos por "culpa" del Evangelio? ¿O acaso regresamos una y otra vez, como José, sin importar lo que suceda? Eso es lo que se necesita, ¿qué no?

Pero espera, no se trata de "vacunar" a las personas contra el trabajo evangelístico que otros pudieran hacer después con ellas. Si hablar ya no es una opción porque han dejado de escucharnos, nuestro testimonio seguirá siendo un medio que Dios podría usar para alcanzarlas. La tercera vez que José regresó a su aldea, ya no pudo hablarles de Cristo; no le dieron tiempo. Pero su testimonio al estar ahí, confirmó el mensaje que antes había llevado.

Seamos sinceros al responder estas preguntas, pero más que nada, seamos como el guerrero Masai:

¡Valientes y obedientes!

"pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:8).


Nota: Las fotografías mostradas son de la tribu Masai pero no corresponden ni a José ni a su aldea en particular.

Comentarios

Demócrito ha dicho que…
Bueno,por suerte ese problema no lo tenemos ni en mi España,ni en tu México ni en el resto del mundo occidental.Nuestra cultura,si bien parece tender cada vez más hacia el laicismo,es predominantemente cristiana.Es más,si no le dices a una persona el dogma en el que crees,ya sobreentiende que eres cristiano.
Gracias por tus comentarios, Demócrito. Lamento decirte que en México, hay regiones en donde están expulsando de algunas comunidades a aquellos que se atreven a decir que son cristianos. Y esta expulsión es lo mínimo que les sucede. Así que realmente, "ese" problema sí existe por estas latitudes (y también en otras regiones de América).
Acá, lo que se asume es que eres Católico Guadalupano.
Lo que comentas de que se sobreentiende que eres "cristiano", es parte de la confusión que existe con respecto de que, toda religión que tenga entre su acervo de libros de consulta a la Biblia, entonces es una religión "cristiana".
Y cuando alguien declara que no cree mas que en la Biblia, como única regla de fe y conducta y que solamente Cristo es la cabeza de todos los creyentes, se le tilda de hereje, aunque la Biblia es exactamente lo que dice. Ser cristiano es, en términos muy generales (pero reales), ser imitador de Cristo (puesta la fe en Él y buscando imitar su conducta) y guardador de su Palabra (obediente a lo que la Biblia dice), sin intervención de nada ni nadie más. Dios busca una relación con el ser humano, no imponer una religión bajo el concepto humano; esa es una gran diferencia.

Saludos.

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