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Mostrando entradas de febrero, 2010

México, Haití, Chile... ¿Estás preparado?

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Foto: El País/AFP México 1985... Haití 2010... Chile 2010... Muchos de nosotros, que vivíamos en el México de 1985, conocemos la confusión, el dolor, la incertidumbre, la pérdida... Perdí a un amigo de la infancia en el terremoto del '85, pero no puedo ni imaginar siquiera el sentimiento de aquellos que han perdido sus casas, sus pertenencias, sus trabajos y a sus familiares aquí mismo en México, a principios de año en Haití y ahora en Chile. Pero lo que sí sé, es que Cristo viene pronto. Y lo que vemos, es el prinicpio de todo lo que nos espera antes de su venida. La Biblia lo dice así, en palabras del propio Jesús: Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos (Marcos 13:8). Y aunque lo creemos, a veces lo decimos como pensando que faltan 1,000 años pero, ¿sabes? no importa realmente si faltan 5 minutos o 2,000 años, más temprano que tarde, estaremos del

¿Llorar? Sí, llorar

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¿Llorar? Sí, pero no de desesperanza. Margarita hoy ha sido sanada. Pero no por los médicos ni de la forma en que un doctor puede hacerlo. Hoy su cuerpo ha sido restaurado, sus heridas lavadas y su corazón ha sido consolado de la enfermedad que le acompañó durante casi quince años. Hoy, hoy danza y canta frente a su Señor, alabándole y dándole todo el honor y toda la gloria y toda la honra que sólo Él, su Padre, merece. Margarita no sufre más. Margarita no llora más. Margarita no recuerda tampoco ni el dolor ni la pena. Margarita no deja de sonreír. Margarita... Margarita está hoy recostada en el pecho de Jesús. ¡Cuánto anhelaba su corazón este momento! Y aunque no lo decía, en sus ojos se veía esa inscripción que un verdadero hijo de Dios lleva grabada en el alma: "Señor, cuando tu lo ordenes. Di la palabra y estaré contigo. Quiero estar en tu presencia". Margarita vive. Vive en nuestros recuerdos. Vive en los corazones de quienes la conocieron. ¡Margarita