¡Ya Levántate!

Hoy hemos sido golpeados por la fuerza de la naturaleza en la forma de un sismo. Y la Ciudad de México y otras poblaciones lloran las pérdidas y reviven los temores de hace 32 años... Nos habíamos sentido tan seguros durante 31 años, que el sismo del 85 era ya como una página más en un libro de historia. Los 8.2 casi inocuos para la Cd. de México y devastadores para Oaxaca y Chiapas, fueron el preámbulo para los 7.1 que golpearon severamente la Ciudad: edificios, oficinas, supermercados y escuelas colapsaron, y el dolor en el corazón de cada mexicano fue agudo y desgarrador. Una herida de 7.1 sobre la herida de 8.2 y, para algunos de nosotros, una más sobre la herida de 8.1 del 85. No importa cuán seguros queramos sentirnos, cuando vivimos de primera mano la fuerza devastadora que puede ejercer la naturaleza sobre nuestra frágil humanidad, es cuando nos percatamos de que vivimos falsamente seguros. Oro por que Dios te guarde en estos tiempos difíciles. ¿Por qué no te tomas unos minu

"«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción. Calmó la tormenta hasta convertirla en un susurro y aquietó las olas" (Salmos 107:28-29 NTV).

Hay ocasiones en que sentimos que estamos cerca del borde, digamos, cerquita de salir con los tenis por delante. ¿Qué actitud hay en tu corazón en esos momentos? No digo que no llores ni tiembles por los nervios o por pensar en los pendientes que estarías dejando. No, me refiero a lo que piensas cuando te das cuenta de que en un instante puede ser el último instante aquí... Joseph H. Gilmore escribió allá por 1862 (trad. Epigmenio Velasco): "Y la carrera al terminar, el alba eterna al vislumbrar, no habrá ni dudas ni temor, pues me guiará mi buen Pastor. Me guía Él, me guía Él, con cuánto amor me guía Él; no abrigo dudas ni temor, pues me conduce el buen Pastor". Pero si ese Pastor no fue quien te guió mientras andabas por acá, será casi imposible que estas frases digan la verdad acerca de tus últimos segundos en esta vida. Hace unos días estuve allí, sentado al borde del precipicio que da al final de la existencia. Gracias a Dios, y solo gracias a Él, pude recordar

Hoy en día pareciera que solamente es importante predicar la Verdad. Pero, ¿acaso se considera igualmente importante vivirla? ... ¡Qué lejos estamos de vivir como aquellos predecesores que murieron por la Verdad y cuyas vidas reflejaban a Cristo!