¡No le llames evangelismo!
Si hoy en día estás involucrado en el trabajo de tu iglesia, sobre todo el relacionado con las misiones y el evangelismo, no es difícil que en algún momento, en el pasado o en el futuro, te hayas encontrado o te encuentres en medio de argumentos e ideas como las que siguen:
Y tantas otras ideas y frases que viajan de boca en boca y que se van convirtiendo en “palabra inspirada” por efectos del añejamiento y no por haber sido tomadas directamente de la Biblia.
Por favor, ten cuidado.
Sí, sí, entiendo que cuando alguien habla de predicar de manera eficaz, podría tener la idea correcta con respecto del término “eficaz” y estar haciendo referencia a la forma “completa y apropiada” para que se cumpla el propósito de Dios al presentar el mensaje de salvación. Pero también estoy conciente de que muchas veces, se dice “eficaz” en vez de decir “amigablemente” y con “inteligencia” con la connotación de que hablemos “suavecito” y “elocuentemente” para que la gente no se espante. ¡Cuidémonos de no pensar así! Hablar con amor no significa callar o disfrazar la verdad.
Salir a testificar. ¿Quién? ¿Yo?
Recientemente tuve una discusión con respecto de la actividad de testificar y salir a evangelizar a la calle. Se me dijo que no podíamos poner esa carga a los hermanos pues si no podían –o no querían, diría yo– participar en esas actividades, entonces era como hacer juicio de su comportamiento u obediencia o era como querer hacerles sentir mal por no participar. ¿¡Queeé!? ¿Te imaginas? Yo digo: ¡¡¡Pues que se sientan mal!!! ¿Qué acaso no debemos “sentirnos mal” por no obedecer lo que nuestro Señor Jesucristo nos ordenó? ¿Soy llamado a “cuidar” que mis hermanos no se “sientan mal” y entonces callar lo que dice la Palabra de Dios? Entonces habría que arrancar, literalmente, todas las páginas de la Biblia en donde Jesús mismo, los discípulos y los profetas confrontaron a los hombres y mujeres con su comportamiento, sus errores, sus desobediencias, sus PECADOS… Así que, ¿debemos cuidar que nadie “se sienta mal” al tomar la Biblia y leerla? ¡No nos confundamos! Dice en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (el énfasis es mío). ¡Mostrar con la Palabra de Dios lo que hacemos mal, lo que hay que corregir, es parte de la utilidad de ella!
Sí, también sé que no es necesario tener una actividad en la que se salga a la calle o a un parque a testificar para que realmente estemos cumpliendo con la Gran Comisión, sin embargo, uno de los pretextos que muchos cristianos ponemos para no testificar a nuestros familiares, amigos y conocidos es que “no sabemos cómo” y yo pregunto: ¿y cómo sabremos cómo si nunca comenzamos, si nunca lo hacemos la primera vez? No quiero abundar mucho en este tema, pues el asunto no es si hay que salir a la calle o no sino más bien, el tema es que pareciera que algunos líderes cristianos buscan evitar confrontar a los creyentes con la necesidad de OBEDECER y, principalmente, cuando se trata de hablar del evangelio (Marcos 16:15). Entonces, ¿hemos sido llamados a calentar bancas?
[ Sólo por si acaso hemos olvidado la importancia que Dios le da a nuestra obediencia…
“Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz” (Jueces 2:20, énfasis mío)
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. (1 Samuel 15:22, énfasis mío)
“como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (1 Pedro 1:14, énfasis mío) ]
Y... ¿Dónde quedó la estrategia?
¿Y qué de las llamadas “estrategias de evangelismo”? Por ejemplo, se dice que hay que organizar brigadas médicas y de ayuda, eventos, obras de teatro o conciertos (de cualquier tipo de música) en la iglesia para que otros se sientan atraídos y vengan a escuchar el evangelio. Incluso, he leído de "estrategias de infiltración", ¡qué cosa! Es más, se habla de llevar estos eventos a otros lugares como parques, hospitales, teatros, etc. La idea detrás de esto es que debemos atraer al perdido con algo que sea, precisamente y siendo redundante, “atractivo”. No estoy en contra de estas actividades. No mientras estas se consideren como parte del servicio que debemos llevar a otros (sin olvidar amar y servir primero a nuestros hermanos –1 Juan 3:23–), pero no como “estrategias de evangelismo” pues terminan siendo, en algunos casos cuando no se entrega un mensaje bíblico completo, actividades que “prometen”, desde la perspectiva del que recibe la asistencia, suplir sus necesidades “siempre y cuando se integre a nuestra iglesia”. No se les puede llamar “evangelismo” a estas actividades.
Quisiera aclarar tres cosas importantes. Cuando digo que estoy de acuerdo con estas actividades si se consideran como parte del servicio que debemos llevar a otros, de ninguna manera quiero dar a entender que como iglesia debemos convertirnos en una entidad de “Servicio a la Comunidad”. Llevar ayuda a otros en el nombre de Cristo SIN llevarles el evangelio es una aberración: “Te doy de comer o te curo una herida hoy y te privo de saber cual es la solución para tu pecado y para la eternidad”. Aberración y crueldad.
Es interesante lo que K.P. Yohannan, presidente de “Gospel for Asia” (Evangelio para Asia), dice en su libro “Revolución en las misiones mundiales” en relación con este tema.
Él plantea que el diablo ha inventado un sistema de “verdades a medias” (mentiras, al fin y al cabo, digo yo) para engañar a la Iglesia y asegurarse de que millones irán al infierno sin haber creído en el Evangelio y menciona tres de ellas:
El segundo asunto es que hoy se les llama “estrategias de evangelismo” pero no son sino ayuda social o bien, estrategias relacionales o de acercamiento (por ejemplo, a grupos particulares o especiales como niños de la calle, drogadictos, etc.) que me recuerdan a la forma en que los misioneros se han acercado, desde siempre, a las comunidades a donde el Señor los lleva. Estas actividades no son evangelismo en sí mismas, pero son estrategias que nos permiten acercarnos a la gente para evangelizarlos. El evangelismo es el “modo” o “sistema” para presentar el mensaje del Evangelio, pero no se refiere a las actividades (y en algunos casos, estratagemas) para llamar la atención sino a la forma en que se entrega el mensaje mismo: la condición desesperada del hombre (de pecado y condenación eterna), el amor de Dios mostrado en la obra redentora de Jesús, el arrepentimiento y fe necesarios para la salvación. Todo lo demás no es evangelismo. Y el problema no es de semántica sino de praxis. Me explico: En muchas de estas actividades, cuando llega el momento de presentar el mensaje de salvación, lo que realmente se hace es hablar de los problemas y las necesidades y de que Cristo es quien puede proveer y solucionar todo. Y de pronto, se hace el llamado a que “acepten a Cristo en su corazón haciendo una oración” para ser salvos. ¡Pero a la gente no se le ha dicho de qué será salvada! Si acaso, se menciona que Cristo le perdonará sus pecados pero, ¿acaso la persona entiende lo que es ser pecador? Y de cualquier forma, ¿¡qué es eso de pecado si todos creemos que somos buenos!?
¿Te das cuenta? Al momento de presentar el mensaje del Evangelio, casi dejamos a un lado la Biblia y recitamos solamente: “porque de tal manera amó Dios al mundo” y nos olvidamos de hablar de “la paga del pecado es muerte” y de hablar de la ley que nos muestra y nos enseña que somos pecadores (Romanos 7:7) sin esperanza alguna (Romanos 3:23), sucios, sin valor, rebeldes contra Dios (Salmo 51:1-5). ¿O acaso nos preocupa que nos consideren unos locos por hablar de esto en esta forma y que por ello la gente rechace “nuestro mensaje”? Si esta es una de nuestras preocupaciones, haríamos bien en leer lo que dice 1 Corintios 1:18. O tal vez será que nos preocupa que nos rechacen a nosotros…
El tercer asunto es que no estoy diciendo que planear y prepararse para evangelizar esté mal o que no debamos hacerlo. Claro que debemos hacer todo con orden; nuestro Dios es un Dios de orden. Planear, prepararse y organizarse para salir a evangelizar como iglesia son actividades necesarias. Ayudar a otros es importante y más importante aún, es que “mientras vamos”, llevemos el mensaje de salvación a toda criatura. Tener estrategias para poder acercarnos y llegar a otros para servirles y presentarles el mensaje de salvación puede sumar a la tarea de llevar el Evangelio.
Ahora bien, estar listos en lo personal para poder ser testigos fieles y hablar de Cristo en los lugares y ámbitos en los que nos movemos y desarrollamos, también requiere de preparación y orden y no precisamente de estrategias. Y cuando digo preparación y orden no me refiero necesariamente a una preparación formal en un instituto, sino a una vida devocional que nos lleve a una relación íntima con Dios y su Palabra. Finalmente, nuestra relación con otros puede ser usada por Dios para que nosotros testifiquemos, con nuestro estilo de vida y con nuestra boca.
Primero ayudando y después salvando
Hay algo más que quiero mencionar. No puedo dejar de pensar en que muchos creen y promueven que Jesús siempre vio primero por las necesidades de las personas antes de hablarles de la salvación. No podemos ni debemos generalizar de esta manera. Mira, quiero mostrarte algunos ejemplos que son contrarios a esta aseveración para poder dejar en claro este punto, que es muy importante debido a que he escuchado (y leído) varias veces y de diferentes personas esta “creencia”.
1. Los primeros mensajes de Jesús hablaban de arrepentimiento, no de sanidad y ayuda al desvalido: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). ¿Era un mensaje de amor? Sí, sin lugar a dudas. ¿Era un mensaje “suave”? No, de ninguna manera. Lo que Jesús les estaba diciendo era algo como: “Están viviendo equivocadamente, en rebelión contra Dios. Sus vidas y sus obras no sirven y no alcanzan para entrar al reino de los cielos. ¡Den la media vuelta y dejen su forma de vivir!”. ¿Así o más directo?
2. La mujer samaritana (Juan 4:1-42). “Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber” (vv. 6, 7). ¿Qué le pidió la mujer a Jesús? ¿Le solicitó algún milagro en su salud o en su economía? No. Jesús fue quien inició la conversación. Y durante esta conversación, Él la confrontó con su pecado. Cuando le pidió que buscara a su marido, Él sabía que ella no era casada y que vivía en amasiato con un hombre (después de haber estado casada con 5 hombres anteriormente). La confrontó con su pecado de adulterio. Le hizo ver su condición humana, alejada de Dios. Jesús no le solucionó problema o necesidad alguna como “estrategia” para convencerla. Jesús le confrontó directa e inmediatamente y, con amor, le habló de la salvación.
3. Nicodemo (Juan 3:1-15). Nicodemo era un fariseo, “un principal entre los judíos”. Vino a Jesús pero no para pedirle que le sanara o le prosperara. Tampoco a que le resolviera un problema familiar. Jesús le confronta con su naturaleza (la carne) que le imposibilita para entrar en el reino de Dios y le muestra que solo naciendo de nuevo, podrá ver ese reino (vv. 3-6). Nuevamente, no hay milagros, no hay “asistencia social” o “ayuda médica”, solamente un mensaje difícil y directo; real y verdadero.
4. El joven rico (Mateo 19:16-30). Sí, vino a Jesús con una necesidad: quería que alguien le confirmara que era heredero de la vida eterna: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?”. Era rico y no hay evidencia de que padeciera alguna enfermedad. Tampoco este joven menciona algún problema en su familia, así que su pregunta –para él, retórica, pues confiaba en su justicia propia– era lo único que le trajo ante Jesús. El Señor lo confronta de inmediato con su forma de vida al cuestionarlo respecto de seis mandamientos. El joven creía que era de conducta intachable, tanto, que le dijo a Jesús que había cumplido con todo ello a la perfección desde pequeño. Esto lo vemos cuando él mismo dice que todo esto ha guardado y pregunta, como queriendo dar a entender que lo demás está totalmente cubierto, “¿Qué más me falta?”. Jesús finalmente lo confronta con su mayor problema, su idolatría (1er y 2o mandamientos): las posesiones materiales. Conocemos el desenlace de la historia. Una vez más, no encontramos que Jesús haya atendido primero alguna necesidad física o económica de este hombre. Hubo una pregunta a la cual, nuestro Maestro respondió con un cuestionamiento directo que podríamos poner en las siguientes palabras: “¿Amas a Dios por sobre todas las cosas? ¿Has cumplido cabal y permanentemente la ley?”. La respuesta fue un rotundo “NO” (¡nadie jamás podría responder “sí” ante semejante cuestionamiento!), pero esa palabra no fue pronunciada por el joven; el “no” vino de su tristeza y sus acciones: “Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v. 22).
¿Necesitamos más ejemplos? Podríamos también leer de los apóstoles. De hecho, te invito a que revises por ti mismo la forma en que Pablo, por ejemplo, presentaba el mensaje de salvación.
Tengo amigos y hermanos en Cristo a los que estimo y amo en el Señor que creen y hacen lo que he comentado con respecto de las estrategias y de las "medias verdades". Es más, sé que yo mismo en el pasado hubiera defendido en parte algunas de estas cosas. Pero Dios es claro en su Palabra y aunque sea doloroso y me genere problemas con mis hermanos, debo decirlo. Debes decirlo también tú. Debemos hablar alertando acerca de esto pero más que hablar, debemos actuar y hacer lo que nuestro Señor nos ha ordenado.
¿Podemos establecer estrategias para servir a otros y acercarnos a la comunidad o a grupos específicos de personas? Sí, siempre y cuando no caigamos en la trampa de pensar que estas son “evangelismo” en sí mismas, pues corremos el riesgo de creer que a través de ellas, convenceremos a otros para rendirse a Cristo; quien convence al hombre de pecado, de juicio y de justicia es el Espíritu Santo, no nuestra elocuencia. Podemos, sí, siempre y cuando no diluyamos el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo al poner tanto énfasis en estas actividades de tal forma que acaben por convertirse en lo más importante para nuestra iglesia, sin importar el mensaje que estamos llevando. Tengamos siempre presente que la “estrategia” bíblica para evangelizar es hablar de acuerdo con lo que la Escritura nos enseña; ni más ni menos. Evangelismo es predicar el mensaje de salvación, las buenas nuevas de manera bíblica: completo y directo pero con amor, tal como lo hacía nuestro Maestro.
Obedecer, testificar, evangelizar … ¿No debería ser parte de nuestra vida cotidiana?
Dejemos de poner énfasis en las estrategias y llevemos el mensaje ya: ¡Solo Cristo salva!
Una comentario adicional respecto de las estrategias.
En nuestras actividades personales y de grupo siempre estamos relacionándonos. En nuestras actividades como iglesia, deberíamos saber ya cómo relacionarnos con la comunidad a nuestro alrededor. Estas estrategias relacionales deberían emanar del amor de Cristo en nosotros y deberían ser parte de nuestra naturaleza y no un “plan sintético” de tareas a realizar para acercarnos a nuestros vecinos. Medítalo.
- Necesitamos buenas/nuevas estrategias para evangelizar.
- Prediquemos el evangelio de manera eficaz.
- Planeemos los siguientes 10 ó 20 años de trabajo de la iglesia, el evangelismo incluido, con una visión, un sueño que todos compartan, que sea atractivo y que pueda ser consensual y apropiado por/para todos.
- Seamos cuidadosos al testificarles a otros: no hablemos inmediata y directamente del pecado; recordemos que Jesús siempre suplió las necesidades de la gente antes de hablarles de la salvación.
Y tantas otras ideas y frases que viajan de boca en boca y que se van convirtiendo en “palabra inspirada” por efectos del añejamiento y no por haber sido tomadas directamente de la Biblia.
Por favor, ten cuidado.
Sí, sí, entiendo que cuando alguien habla de predicar de manera eficaz, podría tener la idea correcta con respecto del término “eficaz” y estar haciendo referencia a la forma “completa y apropiada” para que se cumpla el propósito de Dios al presentar el mensaje de salvación. Pero también estoy conciente de que muchas veces, se dice “eficaz” en vez de decir “amigablemente” y con “inteligencia” con la connotación de que hablemos “suavecito” y “elocuentemente” para que la gente no se espante. ¡Cuidémonos de no pensar así! Hablar con amor no significa callar o disfrazar la verdad.
Recientemente tuve una discusión con respecto de la actividad de testificar y salir a evangelizar a la calle. Se me dijo que no podíamos poner esa carga a los hermanos pues si no podían –o no querían, diría yo– participar en esas actividades, entonces era como hacer juicio de su comportamiento u obediencia o era como querer hacerles sentir mal por no participar. ¿¡Queeé!? ¿Te imaginas? Yo digo: ¡¡¡Pues que se sientan mal!!! ¿Qué acaso no debemos “sentirnos mal” por no obedecer lo que nuestro Señor Jesucristo nos ordenó? ¿Soy llamado a “cuidar” que mis hermanos no se “sientan mal” y entonces callar lo que dice la Palabra de Dios? Entonces habría que arrancar, literalmente, todas las páginas de la Biblia en donde Jesús mismo, los discípulos y los profetas confrontaron a los hombres y mujeres con su comportamiento, sus errores, sus desobediencias, sus PECADOS… Así que, ¿debemos cuidar que nadie “se sienta mal” al tomar la Biblia y leerla? ¡No nos confundamos! Dice en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (el énfasis es mío). ¡Mostrar con la Palabra de Dios lo que hacemos mal, lo que hay que corregir, es parte de la utilidad de ella!
Sí, también sé que no es necesario tener una actividad en la que se salga a la calle o a un parque a testificar para que realmente estemos cumpliendo con la Gran Comisión, sin embargo, uno de los pretextos que muchos cristianos ponemos para no testificar a nuestros familiares, amigos y conocidos es que “no sabemos cómo” y yo pregunto: ¿y cómo sabremos cómo si nunca comenzamos, si nunca lo hacemos la primera vez? No quiero abundar mucho en este tema, pues el asunto no es si hay que salir a la calle o no sino más bien, el tema es que pareciera que algunos líderes cristianos buscan evitar confrontar a los creyentes con la necesidad de OBEDECER y, principalmente, cuando se trata de hablar del evangelio (Marcos 16:15). Entonces, ¿hemos sido llamados a calentar bancas?
[ Sólo por si acaso hemos olvidado la importancia que Dios le da a nuestra obediencia…
“Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz” (Jueces 2:20, énfasis mío)
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. (1 Samuel 15:22, énfasis mío)
“como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (1 Pedro 1:14, énfasis mío) ]
¿Y qué de las llamadas “estrategias de evangelismo”? Por ejemplo, se dice que hay que organizar brigadas médicas y de ayuda, eventos, obras de teatro o conciertos (de cualquier tipo de música) en la iglesia para que otros se sientan atraídos y vengan a escuchar el evangelio. Incluso, he leído de "estrategias de infiltración", ¡qué cosa! Es más, se habla de llevar estos eventos a otros lugares como parques, hospitales, teatros, etc. La idea detrás de esto es que debemos atraer al perdido con algo que sea, precisamente y siendo redundante, “atractivo”. No estoy en contra de estas actividades. No mientras estas se consideren como parte del servicio que debemos llevar a otros (sin olvidar amar y servir primero a nuestros hermanos –1 Juan 3:23–), pero no como “estrategias de evangelismo” pues terminan siendo, en algunos casos cuando no se entrega un mensaje bíblico completo, actividades que “prometen”, desde la perspectiva del que recibe la asistencia, suplir sus necesidades “siempre y cuando se integre a nuestra iglesia”. No se les puede llamar “evangelismo” a estas actividades.
Quisiera aclarar tres cosas importantes. Cuando digo que estoy de acuerdo con estas actividades si se consideran como parte del servicio que debemos llevar a otros, de ninguna manera quiero dar a entender que como iglesia debemos convertirnos en una entidad de “Servicio a la Comunidad”. Llevar ayuda a otros en el nombre de Cristo SIN llevarles el evangelio es una aberración: “Te doy de comer o te curo una herida hoy y te privo de saber cual es la solución para tu pecado y para la eternidad”. Aberración y crueldad.
Es interesante lo que K.P. Yohannan, presidente de “Gospel for Asia” (Evangelio para Asia), dice en su libro “Revolución en las misiones mundiales” en relación con este tema.
Él plantea que el diablo ha inventado un sistema de “verdades a medias” (mentiras, al fin y al cabo, digo yo) para engañar a la Iglesia y asegurarse de que millones irán al infierno sin haber creído en el Evangelio y menciona tres de ellas:
- “¿Cómo podemos predicarle el Evangelio a un hombre con el estómago vacío?”
- “El servicio social –proveer sólo para las necesidades físicas del hombre– es trabajo misionero, de hecho, es equivalente a predicar”
- “Nadie escuchará el Evangelio si no les ofrecemos antes algo más”
El segundo asunto es que hoy se les llama “estrategias de evangelismo” pero no son sino ayuda social o bien, estrategias relacionales o de acercamiento (por ejemplo, a grupos particulares o especiales como niños de la calle, drogadictos, etc.) que me recuerdan a la forma en que los misioneros se han acercado, desde siempre, a las comunidades a donde el Señor los lleva. Estas actividades no son evangelismo en sí mismas, pero son estrategias que nos permiten acercarnos a la gente para evangelizarlos. El evangelismo es el “modo” o “sistema” para presentar el mensaje del Evangelio, pero no se refiere a las actividades (y en algunos casos, estratagemas) para llamar la atención sino a la forma en que se entrega el mensaje mismo: la condición desesperada del hombre (de pecado y condenación eterna), el amor de Dios mostrado en la obra redentora de Jesús, el arrepentimiento y fe necesarios para la salvación. Todo lo demás no es evangelismo. Y el problema no es de semántica sino de praxis. Me explico: En muchas de estas actividades, cuando llega el momento de presentar el mensaje de salvación, lo que realmente se hace es hablar de los problemas y las necesidades y de que Cristo es quien puede proveer y solucionar todo. Y de pronto, se hace el llamado a que “acepten a Cristo en su corazón haciendo una oración” para ser salvos. ¡Pero a la gente no se le ha dicho de qué será salvada! Si acaso, se menciona que Cristo le perdonará sus pecados pero, ¿acaso la persona entiende lo que es ser pecador? Y de cualquier forma, ¿¡qué es eso de pecado si todos creemos que somos buenos!?
¿Te das cuenta? Al momento de presentar el mensaje del Evangelio, casi dejamos a un lado la Biblia y recitamos solamente: “porque de tal manera amó Dios al mundo” y nos olvidamos de hablar de “la paga del pecado es muerte” y de hablar de la ley que nos muestra y nos enseña que somos pecadores (Romanos 7:7) sin esperanza alguna (Romanos 3:23), sucios, sin valor, rebeldes contra Dios (Salmo 51:1-5). ¿O acaso nos preocupa que nos consideren unos locos por hablar de esto en esta forma y que por ello la gente rechace “nuestro mensaje”? Si esta es una de nuestras preocupaciones, haríamos bien en leer lo que dice 1 Corintios 1:18. O tal vez será que nos preocupa que nos rechacen a nosotros…
El tercer asunto es que no estoy diciendo que planear y prepararse para evangelizar esté mal o que no debamos hacerlo. Claro que debemos hacer todo con orden; nuestro Dios es un Dios de orden. Planear, prepararse y organizarse para salir a evangelizar como iglesia son actividades necesarias. Ayudar a otros es importante y más importante aún, es que “mientras vamos”, llevemos el mensaje de salvación a toda criatura. Tener estrategias para poder acercarnos y llegar a otros para servirles y presentarles el mensaje de salvación puede sumar a la tarea de llevar el Evangelio.
Ahora bien, estar listos en lo personal para poder ser testigos fieles y hablar de Cristo en los lugares y ámbitos en los que nos movemos y desarrollamos, también requiere de preparación y orden y no precisamente de estrategias. Y cuando digo preparación y orden no me refiero necesariamente a una preparación formal en un instituto, sino a una vida devocional que nos lleve a una relación íntima con Dios y su Palabra. Finalmente, nuestra relación con otros puede ser usada por Dios para que nosotros testifiquemos, con nuestro estilo de vida y con nuestra boca.
Hay algo más que quiero mencionar. No puedo dejar de pensar en que muchos creen y promueven que Jesús siempre vio primero por las necesidades de las personas antes de hablarles de la salvación. No podemos ni debemos generalizar de esta manera. Mira, quiero mostrarte algunos ejemplos que son contrarios a esta aseveración para poder dejar en claro este punto, que es muy importante debido a que he escuchado (y leído) varias veces y de diferentes personas esta “creencia”.
1. Los primeros mensajes de Jesús hablaban de arrepentimiento, no de sanidad y ayuda al desvalido: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). ¿Era un mensaje de amor? Sí, sin lugar a dudas. ¿Era un mensaje “suave”? No, de ninguna manera. Lo que Jesús les estaba diciendo era algo como: “Están viviendo equivocadamente, en rebelión contra Dios. Sus vidas y sus obras no sirven y no alcanzan para entrar al reino de los cielos. ¡Den la media vuelta y dejen su forma de vivir!”. ¿Así o más directo?
2. La mujer samaritana (Juan 4:1-42). “Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber” (vv. 6, 7). ¿Qué le pidió la mujer a Jesús? ¿Le solicitó algún milagro en su salud o en su economía? No. Jesús fue quien inició la conversación. Y durante esta conversación, Él la confrontó con su pecado. Cuando le pidió que buscara a su marido, Él sabía que ella no era casada y que vivía en amasiato con un hombre (después de haber estado casada con 5 hombres anteriormente). La confrontó con su pecado de adulterio. Le hizo ver su condición humana, alejada de Dios. Jesús no le solucionó problema o necesidad alguna como “estrategia” para convencerla. Jesús le confrontó directa e inmediatamente y, con amor, le habló de la salvación.
3. Nicodemo (Juan 3:1-15). Nicodemo era un fariseo, “un principal entre los judíos”. Vino a Jesús pero no para pedirle que le sanara o le prosperara. Tampoco a que le resolviera un problema familiar. Jesús le confronta con su naturaleza (la carne) que le imposibilita para entrar en el reino de Dios y le muestra que solo naciendo de nuevo, podrá ver ese reino (vv. 3-6). Nuevamente, no hay milagros, no hay “asistencia social” o “ayuda médica”, solamente un mensaje difícil y directo; real y verdadero.
4. El joven rico (Mateo 19:16-30). Sí, vino a Jesús con una necesidad: quería que alguien le confirmara que era heredero de la vida eterna: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?”. Era rico y no hay evidencia de que padeciera alguna enfermedad. Tampoco este joven menciona algún problema en su familia, así que su pregunta –para él, retórica, pues confiaba en su justicia propia– era lo único que le trajo ante Jesús. El Señor lo confronta de inmediato con su forma de vida al cuestionarlo respecto de seis mandamientos. El joven creía que era de conducta intachable, tanto, que le dijo a Jesús que había cumplido con todo ello a la perfección desde pequeño. Esto lo vemos cuando él mismo dice que todo esto ha guardado y pregunta, como queriendo dar a entender que lo demás está totalmente cubierto, “¿Qué más me falta?”. Jesús finalmente lo confronta con su mayor problema, su idolatría (1er y 2o mandamientos): las posesiones materiales. Conocemos el desenlace de la historia. Una vez más, no encontramos que Jesús haya atendido primero alguna necesidad física o económica de este hombre. Hubo una pregunta a la cual, nuestro Maestro respondió con un cuestionamiento directo que podríamos poner en las siguientes palabras: “¿Amas a Dios por sobre todas las cosas? ¿Has cumplido cabal y permanentemente la ley?”. La respuesta fue un rotundo “NO” (¡nadie jamás podría responder “sí” ante semejante cuestionamiento!), pero esa palabra no fue pronunciada por el joven; el “no” vino de su tristeza y sus acciones: “Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v. 22).
¿Necesitamos más ejemplos? Podríamos también leer de los apóstoles. De hecho, te invito a que revises por ti mismo la forma en que Pablo, por ejemplo, presentaba el mensaje de salvación.
Tengo amigos y hermanos en Cristo a los que estimo y amo en el Señor que creen y hacen lo que he comentado con respecto de las estrategias y de las "medias verdades". Es más, sé que yo mismo en el pasado hubiera defendido en parte algunas de estas cosas. Pero Dios es claro en su Palabra y aunque sea doloroso y me genere problemas con mis hermanos, debo decirlo. Debes decirlo también tú. Debemos hablar alertando acerca de esto pero más que hablar, debemos actuar y hacer lo que nuestro Señor nos ha ordenado.
¿Podemos establecer estrategias para servir a otros y acercarnos a la comunidad o a grupos específicos de personas? Sí, siempre y cuando no caigamos en la trampa de pensar que estas son “evangelismo” en sí mismas, pues corremos el riesgo de creer que a través de ellas, convenceremos a otros para rendirse a Cristo; quien convence al hombre de pecado, de juicio y de justicia es el Espíritu Santo, no nuestra elocuencia. Podemos, sí, siempre y cuando no diluyamos el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo al poner tanto énfasis en estas actividades de tal forma que acaben por convertirse en lo más importante para nuestra iglesia, sin importar el mensaje que estamos llevando. Tengamos siempre presente que la “estrategia” bíblica para evangelizar es hablar de acuerdo con lo que la Escritura nos enseña; ni más ni menos. Evangelismo es predicar el mensaje de salvación, las buenas nuevas de manera bíblica: completo y directo pero con amor, tal como lo hacía nuestro Maestro.
Obedecer, testificar, evangelizar … ¿No debería ser parte de nuestra vida cotidiana?
Dejemos de poner énfasis en las estrategias y llevemos el mensaje ya: ¡Solo Cristo salva!
Una comentario adicional respecto de las estrategias.
En nuestras actividades personales y de grupo siempre estamos relacionándonos. En nuestras actividades como iglesia, deberíamos saber ya cómo relacionarnos con la comunidad a nuestro alrededor. Estas estrategias relacionales deberían emanar del amor de Cristo en nosotros y deberían ser parte de nuestra naturaleza y no un “plan sintético” de tareas a realizar para acercarnos a nuestros vecinos. Medítalo.
Comentarios
Gracias por tu visita.
Efectivamente, nada de shows con luces y música del mundo. ¿Acaso la Palabra no es suficiente?
Que el Señor te continúe bendiciendo.